
El tratamiento primario de las epilepsias consiste, fundamentalmente, en la monoterapia con un fármaco antiepiléptico. Este procedimiento provoca menos efectos secundarios que la politerapia, probablemente con la misma eficacia.
Dos tercios de los pacientes con epilepsias focales están suficientemente tratados con un único antiepiléptico: el 60 por ciento de los pacientes con gran mal y del 22 al 30 por ciento de los que presentan crisis focales complejas se mantienen libres de crisis. Una monoterapia alternativa puede lograr supresión de las crisis en otro 30 por ciento de los pacientes. Con politerapia se alcanzan resultados en sólo el 12 por ciento de los pacientes restantes, presentándose además un incremento en la aparición de efectos secundarios.
Las crisis generalizadas se tratan, generalmente, con monoterapia con valproato. Los pacientes se mantienen libres de crisis de ausencia en un 60 a 90 por ciento, de crisis mioclónicas en el 75 a 97 por ciento y de gran mal en, aproximadamente, el 85 por ciento. La monoterapia alternativa es menos frecuente debido a la limitada eficacia de los fármacos y sus posibles efectos secundarios: la etosuximida no controla el gran mal y el fenobarbital puede producir sedación. Por lo tanto, la politerapia se inicia frecuentemente cuando la monoterapia fracasa en el control de las crisis (suele usarse lamotrigina como comedicación).

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